Hasta ahora, las entradas han estado encaminadas a demostrar la existencia de la Verdad en terminos racionales y lógicos. En esta nueva entrada quiero empezar a hablar un poco sobre los errores más comunes que la modernidad nos a acarreado y de dónde provienen. Para esta entrada me basaré en la carta encíclica "PASCENDI DOMINICI GREECI" de S.S. San Pío X sobre los errores de las doctrinas modernistas.
En todas las épocas han existido "hombres de lenguaje perverso, decidores de noverdades y seductores, sujetos al error y que arrastran al error". Ya en 1907, cuando S.S. San Pío X escribió esta encíclica, proliferaban los enemigos de la Cruz de Cristo, quienes desarrollaron artes nuevas llenas de perfidia con miras a aniquilar la Iglesia y el Reino de Jesucristo.
No se puede ya guardar silencio. Debemos tener mucho cuidado, ya que dichos enemigos no siempre son delcarados, muchos son los que se ocultan en el mismo seno de la Iglesia y por lo mismo son mucho más perjudiciales.
Se trata de un gran número de católicos seglares y hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados hasta la médula de los huesos con venenosos
errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan como restauradores de la Iglesia, asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, a quien con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre. Ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro, persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus
personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos.
Aunado a esto, engañan llevando una vida llena de actividad, constancia y ardor singulares hacia todo género de estudios, aspirando a granjearse la estimación pública por sus costumbres, con frecuencia intachables. Por fin, y esto parece quitar toda
esperanza de remedio, sus doctrinas les han pervertido el alma de tal suerte que desprecian toda autoridad y no soportan corrección alguna; y atrincherándose en una conciencia mentirosa, nada omiten para que se atribuya a celo sincero de la verdad lo que sólo es obra de la tenacidad y del orgullo. Tiempo es de arrancar la máscara a esos hombres y de mostrarlos a la Iglesia entera tales cuales son en realidad.
Una táctica de los modernistas consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes. ante todo, importa presentar en este lugar esas
mismas doctrinas en un conjunlo, y hacer ver el enlace lógico entre ellas, para indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios más adecuados para cortar el mal.
Para mayor claridad en materia tan compleja, preciso es advertir ante todo que cada modernista reúne en sí mismo una variedad de personajes, mezclando, por decirlo asi, al filósofo, al creyente, al apologista, al reformador; personajes todos que conviene distinguir singularmente si se quiere conocer a fondo su sistema y penetrar en los principios y consecuencias de sus doctrinas. Y quedan así perfilados los temas de las próximas entradas, en las cuales definiremos el perfil de cada uno de estos personajes.
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