Entonces empezó a pensar que estaba condenado. Fue un sufrimiento terrible que duró cerca de seis semanas, y cuya violencia le quitó el sueño y las ganas de comer, quedándose en huesos y amarillo como la cera. Pero un día en que volvía abatido del colegio, entró en la iglesia de San Esteban de los Griegos, y allí encontró escrita en una tablilla esta oración a la Virgen:
"Acordaos, oh Virgen María, que jamás se ha oído que ninguno de los que han implorado vuestro socorro haya sido abandonado por vos. Animado con esta confianza, a vos acudo, oh Virgen, Madre de las vírgenes, y me arrojo a vuestros pies gimiendo bajo el peso de mis pecados...".
No puedo dejar de dedicar una sección de este pequeño espacio que es mi blog, a tan grande y maravillosa Señora, Reina y Madre de Misericordia. Para acceder a las publicaciones relacionadas con la Madre de Dios, pulsar la etiqueta de Santísima Virgen María.
Santa María, Refugio de los pecadores...¡Rogad por nosotros!
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