jueves, 25 de junio de 2015

Reflexiones sobre el aborto




"Todavía era yo un embrión informe, y ya me distinguían tus ojos; todos los mortales están escritos en tu libro; irán y vendrán días, y ninguno dejará de ser escrito" (Salmo 139, 16)


Repetidas veces, desde hace ya muchas décadas, se escucha en todos los círculos, en todos los niveles y entre todo tipo de personas, que el aborto es o pudiera llegar a ser aceptable en diferentes casos, por distintas razones. A fuerza de escuharlo, pareciera que inclusive quienes jamás lo practicarían están dispuestos a respetar la opinión contraria, pues "se trata de una decisión sumamente personal".
¿Realmente es así? Si atendemos al sentido común nos daremos cuenta de que no lo es. ¿Cómo proclamar el derecho a elegir, si se niega el derecho a vivir?
En primer lugar, no es una decisión personal porque la madre no está disponiendo sólo de su cuerpo, sino del ser que lleva dentro, quien es un ser humano distinto de ella. La "decisión personal" afecta a un tercero.
En segundo lugar, se está disponiendo de la vida de un ser humano en formación, completamente indefenso. Se trata de una de las más crueles y abominables injusticias que puedan existir y como sociedad, permitir una injusticia tal nos convierte en cómplices. 
¿Qué justicia se puede exigir para los secuestrados, para los asaltados, para los pobres, para los animales, para las plantas y el ambiente, si se acepta que una madre mate a su propio hijo? Después de eso, ya podemos esperarnos lo que sea. Es la instauración de la injusticia y el crimen como régimen social.
Dicho esto, está por demás discutir sobre los argumentos de cuándo sí, cuándo no abortar. Es algo inadmisible y a todas luces deplorable. Sólo una sociedad enferma de muerte puede considerar el aborto como algo permisible, legal, e incluso benéfico. 
Sin más, abarcaré ahora la parte espiritual. ¿Acaso hemos olvidado que hay un Dios que nos mira desde lo Alto? Él nos creó por amor para compartir su gloria con quien libremente decidiera amarlo. Cada ser tiene un destino supremo, no sólo en esta vida sino también en la eternidad. Por eso no vale decir "aborté a mi hijo en un gesto de amor, para librarlo de los males de esta vida". Al ahorrar los males de esta vida se cancela la posibilidad de alcanzar la dicha eterna a la que todos podemos y debemos aspirar. 
Todos los argumentos científicos y racionales en contra del aborto son correctos y está bien esgrimirlos para defender el derecho a la vida, pero no debemos olvidar que también tenemos "derecho a la vida eterna", el cual se pagó a un precio grandísimo con la preciosísima sangre de nuestro Divino Redentor. Tenemos un alma qué salvar y parece que nos esforzamos en condenarla. Yo no sé hasta qué punto se podria culpar de este crimen tan sólo a sus promotores y a los que lo practican de hecho. Ya son muchas las madres que ni siquiera se someten a procedimientos abortivos por las llamadas "causas justas" sino por libertinaje puro y simple. Cada vez abortistas y no abortistas nos mostramos más indolentes ante este crimen horrible. 
¡Por el amor de Cristo! Hay un ser vivo inocente que está siendo asesinado en este momento y nadie hace nada por él, por ella, por ellos. O al menos, no se hace lo suficiente.
Son loables los esfuerzos de quienes crean movimientos y resistencia de la sociedad civil contra las leyes abortistas, pero bien sabemos que muchas veces la democracia tirana a la que estamos sometidos no respeta las opiniones de la mayoría, y que muchos de los encumbrados no hagan caso ni siquiera de su conciencia, si es que la tienen. Por lo mismo, quizá ya sean pocas las opciones que nos queden a ese respecto, pero no por eso nos vamos a cruzar de brazos. La lucha es, ante todo, una lucha espiritual entre el bien y el mal. Empecemos por nosotros mismos y nuestras familias. Volvamos nuestros ojos al cielo. Pidamos la intercesión de Nuestra Madre, la Santísima Virgen María. Busquemos vivir las virtudes y eduquemos a nuestros hijos en las mismas. Seamos ejemplo de castidad, fidelidad y caridad. Demos buen consejo a quien lo necesite y seamos claros, no tengamos respetos humanos y defendamos lo que debe ser defendido. 

Imágen toada de priestsforlife.org


¡Tú!, madre, padre, doctor, enfermera, legislador, activista pro aborto, no renuncies a tu derecho a la vida eterna y no prives de él a terceros, recuerda de dónde vienes, también tú estuviste en el vientre de una mujer que tuvo tu vida en sus manos. Aún ahora, tu Creador sostiene tu vida por pura misericordia divina. El mismo Dios que te pensó a ti desde toda la Eternidad, es el Dios que pensó desde la Eternidad a la criatura indefensa que buscas eliminar, tiene un plan para él o ella y lo ama; no te pertenece a ti, le pertenece a Él. 
Busca en tu interior, busca la Verdad más allá de las opiniones y las ideologías. Abortar por evadir sufrimiento o por prolongar un placer es absurdo, pues tanto el deleite como el dolor han de tener fin, mas el castigo por el crimen será eterno. 
Católicos del orbe, no olvidemos las armas más poderosas que tenemos: la oración, la penitencia y la intercesión de la Virgen Santísima. No todos podemos ser activistas o participar en mitines, pero todos tenemos un Rosario en casa y podemos hacer pequeños sacrificios por la salvación de las almas. Hagamos oración, edifiquemos con el ejemplo, defendamos la vida y la verdad con nuestra vida. 


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