jueves, 25 de junio de 2015

Honrar a Dios con la oración

La oración constituye la principal obligación del cristiano y es parte esencial del primer mandamiento de la ley de Dios. Veamos este fragmento del libro Los diez mandamientos de Monseñor Dr. Tihamer Toth.

"HONRARÁS AL SEÑOR DIOS TUYO"
Muchas veces se discute en sociedad qué lengua es la más hermosa del mundo. Unos conceden la primacía al francés; otros colocan el italiano en primer puesto; los de más allá--los que conocen el castellano--se entusiasman por este idioma.
¿Sabéis lo que opino yo? Que todas las lenguas son hermosas cuando se ora con ellas. Por muy sencilla que sea una lengua, por muy primitiva y tosca que sea, la envuelve una misteriosa belleza sobrenatural en cuanto el hombre se sirve de sus palabras humildes para levantarse al trono de Dios lleno de majestad. Cualqueir lengua es hermosa cuando la madre balbucea palabras ara entretener o mimar al niño que está jugueteando. Cualquier lengua es hermosa cuando los novios expresan con ella los sentimientos ardorosos de su corazón. Y cualquier lengua es la más hermosa cuando aprovechamos el habla humana, este inapreciable tesoro otorgado por Dios al hombre, para explayarnos delante del Padre celestial y expresarle los sentimientos de nuestra alma; es decir; cuando rezamos.


"¡Cuando rezamos!"... La oración es el trabajo más sublime que puede hacer el humano espíritu.

Reflexiones sobre el aborto




"Todavía era yo un embrión informe, y ya me distinguían tus ojos; todos los mortales están escritos en tu libro; irán y vendrán días, y ninguno dejará de ser escrito" (Salmo 139, 16)


Repetidas veces, desde hace ya muchas décadas, se escucha en todos los círculos, en todos los niveles y entre todo tipo de personas, que el aborto es o pudiera llegar a ser aceptable en diferentes casos, por distintas razones. A fuerza de escuharlo, pareciera que inclusive quienes jamás lo practicarían están dispuestos a respetar la opinión contraria, pues "se trata de una decisión sumamente personal".
¿Realmente es así? Si atendemos al sentido común nos daremos cuenta de que no lo es. ¿Cómo proclamar el derecho a elegir, si se niega el derecho a vivir?
En primer lugar, no es una decisión personal porque la madre no está disponiendo sólo de su cuerpo, sino del ser que lleva dentro, quien es un ser humano distinto de ella. La "decisión personal" afecta a un tercero.
En segundo lugar, se está disponiendo de la vida de un ser humano en formación, completamente indefenso. Se trata de una de las más crueles y abominables injusticias que puedan existir y como sociedad, permitir una injusticia tal nos convierte en cómplices. 
¿Qué justicia se puede exigir para los secuestrados, para los asaltados, para los pobres, para los animales, para las plantas y el ambiente, si se acepta que una madre mate a su propio hijo? Después de eso, ya podemos esperarnos lo que sea. Es la instauración de la injusticia y el crimen como régimen social.
Dicho esto, está por demás discutir sobre los argumentos de cuándo sí, cuándo no abortar. Es algo inadmisible y a todas luces deplorable. Sólo una sociedad enferma de muerte puede considerar el aborto como algo permisible, legal, e incluso benéfico. 
Sin más, abarcaré ahora la parte espiritual. ¿Acaso hemos olvidado que hay un Dios que nos mira desde lo Alto? Él nos creó por amor para compartir su gloria con quien libremente decidiera amarlo. Cada ser tiene un destino supremo, no sólo en esta vida sino también en la eternidad. Por eso no vale decir "aborté a mi hijo en un gesto de amor, para librarlo de los males de esta vida". Al ahorrar los males de esta vida se cancela la posibilidad de alcanzar la dicha eterna a la que todos podemos y debemos aspirar. 
Todos los argumentos científicos y racionales en contra del aborto son correctos y está bien esgrimirlos para defender el derecho a la vida, pero no debemos olvidar que también tenemos "derecho a la vida eterna", el cual se pagó a un precio grandísimo con la preciosísima sangre de nuestro Divino Redentor. Tenemos un alma qué salvar y parece que nos esforzamos en condenarla. Yo no sé hasta qué punto se podria culpar de este crimen tan sólo a sus promotores y a los que lo practican de hecho. Ya son muchas las madres que ni siquiera se someten a procedimientos abortivos por las llamadas "causas justas" sino por libertinaje puro y simple. Cada vez abortistas y no abortistas nos mostramos más indolentes ante este crimen horrible. 
¡Por el amor de Cristo! Hay un ser vivo inocente que está siendo asesinado en este momento y nadie hace nada por él, por ella, por ellos. O al menos, no se hace lo suficiente.
Son loables los esfuerzos de quienes crean movimientos y resistencia de la sociedad civil contra las leyes abortistas, pero bien sabemos que muchas veces la democracia tirana a la que estamos sometidos no respeta las opiniones de la mayoría, y que muchos de los encumbrados no hagan caso ni siquiera de su conciencia, si es que la tienen. Por lo mismo, quizá ya sean pocas las opciones que nos queden a ese respecto, pero no por eso nos vamos a cruzar de brazos. La lucha es, ante todo, una lucha espiritual entre el bien y el mal. Empecemos por nosotros mismos y nuestras familias. Volvamos nuestros ojos al cielo. Pidamos la intercesión de Nuestra Madre, la Santísima Virgen María. Busquemos vivir las virtudes y eduquemos a nuestros hijos en las mismas. Seamos ejemplo de castidad, fidelidad y caridad. Demos buen consejo a quien lo necesite y seamos claros, no tengamos respetos humanos y defendamos lo que debe ser defendido. 

Imágen toada de priestsforlife.org


¡Tú!, madre, padre, doctor, enfermera, legislador, activista pro aborto, no renuncies a tu derecho a la vida eterna y no prives de él a terceros, recuerda de dónde vienes, también tú estuviste en el vientre de una mujer que tuvo tu vida en sus manos. Aún ahora, tu Creador sostiene tu vida por pura misericordia divina. El mismo Dios que te pensó a ti desde toda la Eternidad, es el Dios que pensó desde la Eternidad a la criatura indefensa que buscas eliminar, tiene un plan para él o ella y lo ama; no te pertenece a ti, le pertenece a Él. 
Busca en tu interior, busca la Verdad más allá de las opiniones y las ideologías. Abortar por evadir sufrimiento o por prolongar un placer es absurdo, pues tanto el deleite como el dolor han de tener fin, mas el castigo por el crimen será eterno. 
Católicos del orbe, no olvidemos las armas más poderosas que tenemos: la oración, la penitencia y la intercesión de la Virgen Santísima. No todos podemos ser activistas o participar en mitines, pero todos tenemos un Rosario en casa y podemos hacer pequeños sacrificios por la salvación de las almas. Hagamos oración, edifiquemos con el ejemplo, defendamos la vida y la verdad con nuestra vida. 


miércoles, 24 de junio de 2015

Favor de la Santísima Virgen a un pecador



Refiere el venerable Juan Herolt, que se llamaba por humildad el Discípulo, 
que había un casado en desgracia de Dios. No pudiendo su esposa hacerle desistir del pecado, le suplicó que al menos, en aquel miserable estado, tuviera para con la Madre de Dios la atención de que siempre que pasara ante alguna imagen suya la saludara con el Ave María. Y el marido comenzó esa devoción.
Yendo una noche aquel malvado a pecar, vio una luz; se fijó y advirtió que 
era una lámpara que ardía ante una devota imagen de María con el Niño Jesús en los brazos. Rezó su Ave María como de costumbre, pero después ¿qué es lo que vio? Vio al Niño cubierto de llagas que manaban fresca sangre. Entonces, a la vez aterrado y enternecido, pensando que él con sus delitos había llagado así a su Redentor, rompió a llorar. Y observó que el Niño le volvía la espalda, por lo que, lleno de confusión, recurrió a la Virgen santísima, diciéndole: “Madre de 
misericordia, tu Hijo me rechaza; yo no puedo encontrar abogada más piadosa y poderosa que tú que eres mi Madre; Reina mía, ayúdame y ruégale por mí”. La Madre de Dios le respondió desde la imagen: “Vosotros, pecadores, me llamáis madre de misericordia, pero luego no dejáis de hacerme madre de miserias renovando la pasión de mi Hijo y mis dolores”.
Pero como María no es capaz de dejar desconsolado al que se postra a sus 
pies, se volvió a rogar a su Hijo que perdonase a aquel pecador. Jesús seguía 
reacio a perdonarle. Y la Virgen, dejando al Niño en la sede, se postró ante él 
diciendo: “Hijo mío, mírame a tus pies pidiendo perdón por este pecador”. Y 
entonces Jesús le dijo: “Madre, yo no te puedo negar nada. ¿Quieres que le 
perdone? Yo por tu amor le perdono; que se acerque y me bese estas llagas”. Se acercó el pecador llorando copiosamente, y conforme besaba las llagas del Niño éstas se iban cerrando. Por fin Jesús le dio un abrazo como muestra de perdón. El hombre cambió de vida, llevando en adelante una vida santa, devotísimo de la Virgen que le había obtenido gracia tan extraordinaria.

ORACIÓN PARA PARTICIPAR EN LOS MÉRITOS DE CRISTO

Bendigo, Virgen María, tu corazón generoso
que es la delicia y el descanso de Dios.
Yo, infeliz pecador, me llego a ti
con el corazón enfangado y llagado.
Madre piadosa, no me desprecies por esto,
sino muévete a mayor compasión para ayudarme.
No busques en mí, para auxiliarme,
ni virtud ni méritos.

Estoy perdido y sólo merezco el infierno.
Mira sólo, te lo pido, la confianza que pongo en ti
y la voluntad resuelta de enmendarme.
Mira lo que Jesús ha hecho y padecido por mí.
Te presento las penas de su vida,
el frío de Belén y el viaje a Egipto;
la pobreza, la sangre derramada,
los sudores y tristezas,
la muerte que ante ti soportó por amor mío;
por amor de Jesús empéñate en salvarme.

No puedo ni quiero temer, María,
que vayas a dejarme;
por eso a ti recurro en busca de socorro.
Si temiera, haría injuria a tu misericordia
que busca ayudar a los necesitados.
No niegues tu piedad, Señora,
a quien Jesús no ha negado su sangre.
Mas esos méritos no se me aplicarían
si tú no intercedes por mí ante Dios.
De ti espero mi eterna salvación.

No te pido ni honores ni riquezas;
te pido gracia de Dios y amor a tu Hijo;
cumplir su santa voluntad,
y el paraíso para amarlo eternamente.
¿Será posible que no me ayudes?
No, que ya me ayudas como espero;
rezas por mí, me otorgas lo que pido
y me aceptas bajo tu protección.
No me dejes, Madre mía;
sigue rezando por mí hasta que me veas
salvo a tus plantas en el cielo,
bendiciéndote y dándote gracias siempre. Amén.


Favor de María hacia el joven Eskil

Un noble joven llamado Eskil, fue mandado por su padre a estudiar a 
Hildeseim, ciudad de la Baja Sajonia; pero él se dio a una vida licenciosa y rota. 
Cayendo gravemente enfermo, a los pocos días estaba a las puertas de la muerte. 
Viéndose al cabo de la vida tuvo una visión: Se vio en un horno de fuego; creía estar en el infierno, pero impensadamente pudo salir de él y se encontró en un palacio; al entrar en un gran salón vio a la Santísima Virgen que le dijo: “¿Cómo has tenido valor para presentarte en mi presencia? Sal de aquí y vete al fuego del infierno que tienes bien merecido”. El joven imploró la misericordia de la Virgen, y vuelto a unas personas que se hallaban en el salón les rogó que unieran sus oraciones a las de él. 
Así lo hicieron, pero la Santísima Virgen les dijo: “¿Ignoráis la vida licenciosa que ha llevado sin haberse dignado siquiera rezar una Ave María?” Los abogados le dijeron: “Señora, ya cambiará de vida”. A lo que el joven añadió: “Prometo enmendarme de veras y seré tu fiel y leal servidor”. Mitigando entonces la Virgen su severidad, le contestó: “Está bien, acepto tu promesa, séme fiel, recibe mi bendición, para que te veas libre de morir en pecado y del infierno”. Dicho esto, desapareció la visión. 
Volviendo Eskil de su visión, refirió a los demás la gracia que de María había 
recibido. Desde entonces comenzó a llevar una vida santa, alimentando siempre en su corazón un grande y tierno amor a María. Más tarde fue nombrado arzobispo de Luna, en Dinamarca, donde convirtió a muchos infieles. Ya mayor, renunció a la mitra y se hizo monje de Claraval donde vivió cuatro años más, al cabo de los cuales murió con la muerte de los justos. Algunos autores lo cuentan entre los santos del Cister.

ORACIÓN CONFIADA PARA PEDIR LA PROPIA CONVERSIÓN

¡Santa y celestial niña!
Tú que eres la elegida por Madre de mi Redentor
y la augusta medianera de los pobres pecadores,
ten piedad de mí.
Mira postrado a tus pies a otro ingrato,
que a ti recurre en demanda de piedad. 
Verdad es que por mis ingratitudes
contra Dios y contra ti,
merecía ser de Dios y de ti desamparado;
pero oigo decir y así lo siento,
sabiendo que es inmensa tu misericordia,
que no te niegas a ayudar
al que a ti se encomienda confiado.

Tú eres la criatura más excelsa del mundo,
pues sobre ti sólo está Dios,
y ante ti, son pequeños
los más encumbrados de los cielos;
María, la más santa entre los santos,
abismo de gracias y llena de gracia,
socorre a un miserable
que la ha perdido por su culpa.

Yo sé que eres tan amada de Dios,
que él nada te puede negar.
Y sé también que disfrutas
empleando toda tu grandeza
en aliviar a miserables pecadores.

Hazme ver, Señora,
el gran poder que tienes ante Dios
consiguiéndome una luz
y una llama divina tan potente,
que me transforme de pecador en santo,
y que, arrancándome de todo afecto terreno,
me inflame del todo en el divino amor.
Señora, hazlo, por amor de ese Dios
que te ha hecho tan grande,
tan poderosa y tan piadosa.

Así lo espero, así sea.

jueves, 19 de junio de 2014

Oración a San Francisco

¡Esclarecido, privilegiado, glorioso, seráfico, Padre San Francisco, bajo cuya protección me he puesto! Yo te suplico seas  mi medianero para con Dios, y que le presentes, valoradas por tus grandes merecimientos, mis pobres, tibias, imperfectas y humildes oraciones.
Que me alcances de su poder infinito y de su infinita misericordia los recursos necesarios para la salvación de mi alma; aumentando en ella la Fe, la Esperanza, la Caridad, la Justicia, la Fortaleza y la Templanza; el amor a Dios, el amor a su Madre Santísima, el amor al Adorable y Augusto Sacramento de la Eucaristía, concediéndome la gracia de acercarme a ella con las disposiciones necesarias; el amor al prójimo, el amor a la mortificación y a la penitencia; el odio al pecado; la energía para combatir mis vicios, la fortaleza para vencer mis pasiones, la rectitud para no desviarme del cumplimiento de mi deber; la resolución de no emplear los días que me queden de vida más que en el servicio de Dios y la santificación de mi alma; la gracia de que ésta no se separe de mi cuerpo sin haberse reconciliado con Dios por la Penitencia, santificado por la Eucaristía, purificado por la Extremaunción, enriquecido con todas las indulgencias y gracias que tiene atesoradas la Iglesia.
Que en el terrible instante de mi muerte, salgas a recibirme, me reconozcas por hijo tuyo, me presentes ante el Tribunal en que he de ser juzgado, te constituyas en él mi defensor y obtengas para mi una sentencia de perdón que me ponga entre los escogidos; para que con ellos, contigo y con todos los santos y bienaventurados que han florecido en tu Orden Seráfica, disfrute la bienaventuranza, la incomparable dicha de alabar, bendecir y glorificar a Dios por todos los siglos de los siglos. 

viernes, 16 de mayo de 2014

La esperanza y la oración


   



   La esperanza es una virtud sobrenatural por la cual confiamos firmemente alcanzar la gloria celestial.
   Fundamos nuestra esperanza en los méritos de Jesucristo y nuestras buenas obras.
   Los méritos de Jesucristo y nuestras buenas obras son como dos alas para que nuestra alma pueda volar al cielo.
   Los méritos de Jesucristo no nos faltarán jamás; lo que podrá faltarnos serán nuestras buenas obras.
   El gran medio para asegurar estas buenas obras y la perseverancia en ellas hasta la muerte es la oración.





La Oración.
   Oración es levantar el corazón a Dios y pedirle mercedes.
   La oración es: mental y vocal.
   Oración mental es la que se hace ejercitando las potencias del alma.
   Las potencias del alma son tres: memoria, entendimiento y voluntad.
   En la oración mental: la memoria recuerda alguna verdad cristiana; el entendimiento reflexiona sobre ella, y la voluntad hace varios actos, como dolor de los pecados, propósito de confesarse y de mudar de vida.
   El que hace bien la oración mental, aunque sea solo un cuarto de hora diariamente, conservará fácilmente la gracia de Dios.
   Dice San Alfonso: “El que ora se salva; el que no ora, se condena”.
   Oración vocal es la que se hace con palabras exteriores, como cuando rezamos el Padre Nuestro.
   En la oración vocal se debe evitar la precipitación.
   Se debe orar con atención, humildad, confianza y perseverancia.
   La distracción involuntaria no quita el mérito o valor de la oración.
   Es necesario orar frecuentemente, porque Dios lo manda, y de ordinario sólo por medio de la oración concede las gracias espirituales y temporales que necesitamos.





   Conviene orar al levantarse o acostarse y a menudo, especialmente en las tentaciones o peligros.
   La oración bien hecha, nos alcanza siempre del Señor lo que pedimos u otra cosa mejor.





 Jesucristo dijo: Pedid y recibiréis.

   La oración que se hace pidiendo la salvación de la propia alma, tiene un efecto infalible.
   Debemos pedir ante todo e incondicionalmente el perdón de nuestros pecados, la gracia de Dios y la perseverancia en ella hasta la muerte.
   Los demás bienes hemos de pedirlos condicionalmente, esto es, si son para mayor gloria de Dios y bien de nuestra alma.
   Cuando Dios no nos concede lo que le pedimos, es porque oramos mal, o porque pedimos cosas no conducentes a nuestro bien espiritual.
   Debemos pedir en nombre de N. S. Jesucristo, como El nos lo enseña y lo practica la Santa Iglesia, quien termina las oraciones con estas palabras: “Por nuestro Señor Jesucristo”.
   Oración jaculatoria es una oración brevísima, por ejemplo: 

¡Dios mío, os amo de todo corazón!
¡Antes morir que pecar!
¡Virgen Santísima, ayudadme!
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, expire en paz con vos el alma mía. 
Dulce corazón de María, sed la salvación mía.
Alabado sea Jesucristo, ahora y siempre.
Jesús, manso y humilde de corazón, haced mi corazón semejante al vuestro.
Ave María purísima, sin pecado concebida.
Jesús mío, misericordia.
Señor, conservadnos la fe.
¡Oh, Sagrado Corazón de Jesús, todo sea por Vos!
Jesús, Dios mío, os amo sobre todas las cosas.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confio.
¡Alabado sea Dios! (50 días de indulgencia cuando se diga cada vez que se oiga una blasfemia.
Dios mío y todas mis cosas.   Conviene hacer muy a menudo oraciones jaculatorias, pues, son de mucha utilidad y un medio muy eficaz para vencer las tentaciones.

lunes, 12 de mayo de 2014

El Buen Pastor


Abiertos los ojos a una doble luz, el cielo de nacimiento acaba de  pronunciar su bella confesión de fe: "Señor, yo creo que tú eres el Hijo de Dios". Era durante la fiesta de los Tabernáculos fiesta otoñal, decorada de guirnaldas y ramos de palmeras y alegrada con acordes de salterios y tañidos de trompetas. Jesús enseña en patio del templo. Un grupo numeroso le rodea,  sorprendido de las palabras misteriosas del Hombre iluminado. Este hombre acaba de ser arrojado de la Sinagoga; es una oveja que los pastores de Israel no quieren ya admitir en su rebaño. Pero el indeseado, el excomulgado, va a consolarse con una de las parábolas más emocionantes del Evangelio.
Las sombras de la tarde empiezan a extenderse sobre el montes Moria; por el camino de Betania resuenan los silbidos y las voces de los pastores que conducen los rebaños al aprisco; y entre el vocerío lejano y el tintineo de las esquilas se alza la voz de Jesús diciendo: "En verdad os digo que el que no entra por la puerta en el redil, sino que escala lugar tapias, es ladrón y malhechor." En la mente de los oyentes aparece una imagen de aquellos apriscos derramados a través de las parameras de Judea: amplios corrales con muros de piedra, coronados de zarzas espinosas; a un lado, la tejavana, bajo la cual se cobijan durante la noche el pastor y el rebaño; la estrecha puerta, bien sujeta con el tranco de palo, porque los enemigos amenazan en la sombra, el lobo merodea en los alrededores; a veces se oye el ruido de un cuerpo que cae al suelo, amedrentando al ganado; es la pantera que ha saltado la cerca de un golpe, o el ladrón nocturno que se ha deslizado a lo largo de la pared. Pero el pastor vela para apartar el peligro, y al llegar la mañana empuña su cayado de espino, se estaciona a la puerta, cuenta una a una sus ovejas y las guía a los buenos pastos de los valles y las colinas.
Jesús sigue desarrollando la alegoría: "Yo soy la puerta, quien entra por Mi, será salvo. Entrará y saldrá, y encontrará pastos abundantes... Yo soy el Buen Pastor; conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a Mí. Yo vine para que tengan vida, vida muy abundante." Cristo es, a la vez, pastor y puerta del aprisco. Encontramos aquí esa  contradicción aparente que existe siempre que se trata de su persona. Todas sus enseñanzas sobre sí mismo son paradójicas. El creyente conoce bien la solución: Jesús es el Verbo encarnado, Dios y hombre al mismo tiempo; por Él, y sólo por Él, entran las ovejas en el aprisco; sólo por Él pueden entrar también los pastores legítimos, en virtud de una vocación celeste que de Él mana, en virtud de una participación en los derechos que ha adquirido sobre el regalo a consecuencia de su humanidad, unida personalmente a la divinidad.
Todos los que se ayudan y una autoridad sobre su rebaño sin haber recibido esa participación, los mercenarios, seudoprofetas, explotadores y embaucadores de los pueblos, como aquellos de quienes decía un profeta: "¡Ay de vosotros pastores de Israel, que solo cuidáis de apacentaros a vosotros mismos! Cogéis la leche para alimentaros y la lana para vestiros; matáis a las ovejas gordas y no os preocupáis de engordar las flacas, las enfermas, de poner vendas a las llagadas, ni de buscar las que se han extraviado... Por eso dice el Señor: Yo sacaré mi rebaño de vuestras manos, arrancaré mis ovejas de vuestros dientes, no serán ya vuestra presa y Yo las salvaré."
Estas son las palabras de Cristo a todos los falsos pastores. Él es el Buen Pastor. ¿Cómo reconocerlo? Por el amor, que es fruto de la bondad. Ahora bien, la prueba del amor es la muerte aceptada, la sangre derramada por el amigo en peligro. El mercenario ve venir al lobo y huye cobardemente, mientras que el lobo se arroja sobre el rebaño: el Buen Pastor hace frente al enemigo, dichoso de morir por aquellos a quienes ama; ofrece su vida generosamente, porque el amor vence todos los obstáculos, arrostra todos los peligros, desprecia los insultos, las fatigas, la misma muerte. "Yo doy la vida por mis ovejas", dice ahora Jesús, y unos meses más tarde será derramada su sangre. Pero su muerte no será un óbice, sino la condición "para que se haga un sólo rebaño y un solo pastor".
El fruto del árbol de la Cruz es la reunión del rebaño de Cristo, la formación de su Iglesia. Por eso la sagrada liturgia presenta a nuestra consideración, durante estos días que siguen a las fiestas de Pascua, esta hermosa parábola, imagen de la Iglesia, místico redil cuya puerta es el mismo Cristo. Por eso también los primeros cristianos, ovejas pérdidas entre las tinieblas de la gentilidad o entre las zarzas espesas del mosaísmo, cuando tenían la dicha de oír la voz de Cristo, hallaban un gozo especial representándole bajo el símbolo del Buen Pastor, memorial de un Dios hecho Hombre, que, muriendo en la Cruz, les había llevado del paganismo a la Iglesia, donde les colmaba de sus gracias, les  alimentaba con su carne y su sangre, y, Cordero virgen, nacido de una Oveja virgen, la conduciría por los senderos de la pureza y del sacrificio a las praderas inmarcesibles de la eternidad. La figura del Buen Pastor es uno de los temas predilectos del arte cristiano en sus primeros días, ornamento simbólico de los objetos de culto, de los utensilios familiares, de las basílicas y de los mausoleos. Se le encuentra en los muros de las Catacumbas, en las capillas funerarias, en los sarcófagos de mármol y en las piedras tumbales, en las lámparas de arcilla, en las cornalinas de los camafeos, en los anillos, en las alhajas en lo ya palios de los metropolitanos, donde ha sido reemplazado por la Cruz. 



El Buen Pastor es un bello mancebo, cuya juventud simboliza la inmortalidad; de dulce fisonomía, de mirada llena de ternura, de túnica corta, sobre la cual flota un ligero manto; de cabeza aureolada por un nimbo de gloria o una corona de siete estrellas. Sus emblemas son el cayado, el vaso de leche colgado del cinturón, y a veces la flauta helénica de siete tubos. Unas veces contempla su ganado desde lo alto de una colina, apoyándose sobre el cayado, otras aparece sentado bajo una encina y rodeado de las ovejas. También la poesía ha interpretado con bellos acentos el místico idilio de esta parábola evangélica. Un poeta del siglo IV, Sedulio, ponía en boca de un gentil estas deliciosas palabras: “¡Ojalá pueda yo entrar un día en el deleitable aprisco donde el Buen Pastor apacienta sus dulces ovejuelas; donde, nacido de la Oveja virgen, el Cordero inocente camina delante seguido del blanco rebaño!” En España los grandes maestros del auto sacramental recogerán la tierna alegoría de Cristo y la desarrollarán en espléndidas creaciones, como La oveja perdida, de Timoneda, y El Pastor Lobo, del “Fénix de los Ingenios", que nos traza del Buen Pastor este retrato inolvidable:


“Por mi vida, que es galán
y que no en balde le dan 
nombre de Pastor Cordero
que en este prado, primero
le enseñó al mundo San Juan.
“Oh, qué cabello traía,
nazareno y enrizado!
Aunque entonces le tenía 
de rondar la noche fría,
lleno de aljófar helado.
Blanco pellico y zurrón
en que debe de traer
la yesca y el eslabón
con que llegará a encender
el más tibio corazón.”



martes, 6 de mayo de 2014

MES DE MARÍA

OBSEQUIOS
que los hijos amantes de María suelen tributar a esta amabilísima Madre, y que pueden servir de flores espirituales ara el mes de María.

1. Consagrarle el mes de Mayo. Apenas hay ya en el mundo católico provincia donde no se haga el mes de Mayo.

2. Tener adornada una imagen de María en casa y obsequiarla lo mejor que se pueda. Tanto gusta esta Señora del culto que tributamos a sus imágenes, que restituyó a San Juan Damasceno la mano que los herejes iconoclastas le habían cortado en odio de los escritos en que defendió las sagradas imágenes.

3. Saludarla afectuosamente al pasar delante de una iglesia o imagen de María. ¡Qué dicha la de San Bernardo! Saludábala como era su costumbre y un día esta tierna madre le devolvió la salutación diciendo  Dios te salve, Bernardo.

4. Pedirle la bendición al levantarse por la mañana y al acostarse por la noche. (Se ganan 800 días de indulgencia cada día, además de una plenaria confesando y comulgando una vez al mes). Así lo hacía San Estanislao de Kostka y mereció comulgar en dos ocasiones de mano de los ángeles y que María Santísima pusiese al Niño Jesús en sus brazos.

5. Al salir de casa, pedir a la Virgen bendiga tus pasos y acciones. Habiéndolo practicado así el gran Patriarca Santo Domingo, logró convertir innumerables almas y que María asistiese a su muerte y le convidase con la Patria celestial.
6. Inspirar la devoción a María a otros, sobre todo hijos y dependientes. 
7. Decir con gran afecto el Avemaría cuando diere la hora. "Este es el mejor modo de saludarme", dijo Nuestra Señora a Santa Matilde, y el eximio doctor Francisco Suárez decía que habría dado toda su ciencia por el mérito de un Avemaría rezada con devoción.
8. En los peligros y en las tentaciones, acogerse al manto de la Virgen.
9. Decir mañana y tarde un Avemaría con esta oración: ¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía!
10. Llevar siempre algún escapulario de la Virgen. Luis XIII llevó también esta santa librea del Carmen, porque en el sitio de Montpellier vio a un soldado que, habiendo recibido un balazo, quedó ileso, aplastándose la bala en el santo escapulario.

11. Oír o hacer celebrar Misas en honor de María Santísima. 
12. Visitar alguna iglesia o altar consagrado a María.
13. Dar limosna a los pobres en obsequio de esta Señora, encargándose recen un Avemaría. 
14. Visitar y consolar algún enfermo por amor de María.
15. Socorrer a las almas del purgatorio más devotas a María. A Santa Brígida, que tenía esta devoción, dijo la misma Virgen que era uno de los obsequios que más la complacían.
16. Entrar en alguna congregación de la Virgen y observar fielmente los estatutos.
17. Llevar alguna medalla de la Virgen y apretarla contra el corazón de cuando en cuando diciendo: "Yo os lo entrego para siempre, oh Madre mía". El patriarca San Ignacio, que solía hacerlo a menudo, mereció ser más de treinta veces visitado de la Virgen y que le dictase, según se cree, el admirable libro de los Ejercicios espirituales.
18. Compadecerse de los dolores de la Virgen y rezar en su honor siete Avemarías. Santa Margarita de Cortona alcanzó señalados favores del Cielo por la compasión que tuvo a los dolores de esta afligida Madre.
19. Tener los sentidos, principalmente el de la vista recogidos en honor de la Virgen. El angélico joven San Luis Gonzaga, que no se atrevía a mirar a la Reina, ni aún a su propia padre, mereció que la Virgen del Buen Consejo en Madrid le hablase y mandase entrar en la Compañía de Jesús.
20. Al tocar las Avemarías rezar el Ángelus aun en público. San Carlos Borromeo hasta se apeaba del caballo y se hincaba de rodillas en el lodo para tributar este obsequio a María.


21. Ejercitarse por su amor en algún oficio bajo humilde. Un día en que el venerable P. Martin Alberro de la compañía de Jesús recogía en obsequio de esta Señora la basura del colegio, se le apareció hermosísima y le encargó la mandase retratar. No saliendo el retrato conforme al original, se le apareció dos veces más para que pudiese retener y dar mejor las señas al pintor, y por fin salió el cuadro que se venera en Valencia, en la iglesia de la Compañía. 
La Inmaculada. Juan de Juanes

22. Ofrecer de cuando en cuando las penas y trabajos a María. Amasando Santa Catalina de Sena el pan para los pobres, la Virgen se la apareció y la ayudó, dándole al pan un sabor exquisito.


23. Imitar las virtudes de la Virgen. Preguntarse a menudo qué haría esta Madre puesta en las circunstancias en que yo me hallo. Fue precisamente esta imitación la que hizo que los santos alcanzaran de esta Madre grandes favores.
24. Ofrecer con frecuencia el corazón a la Virgen. Hacíalo así el Padre Ruiz de Montoya, apóstol de Paraguay, y aceptándoselo un día esta buena Madre, ella le entregó el suyo. 

25. Trabajar en la conversión de algún pecador. Exhortando la Virgen al venerable Padre Bernardo Colnago de la Compañía de Jesús, a hacer esto, le dijo: "Este es el obsequio que más me agrada".
26. Refrenar la lengua en honor de María: Observando este precioso silencio, el gran devoto de la Virgen San Juan Silenciario, mereció que toda la posteridad, extasiada, hablase favorablemente de él.
27. El principal y más agradable obsequio a María es perseverar en su devoción, cualquiera que se tenga. Habiéndose descuidado el venerable Tomás de Kempis de las devociones que solía rezar a María, vio en sueños como esta Madre dulcísima abrazaba a sus compañeros, más al llegar a él, "¿Qué aguardas, le dijo con tono severo, tú, que has dejado mi devoción?

Varias mortificaciones 
EN HONOR DE MARÍA SANTÍSIMA
28. Los sábados y vigilias de las festividades de María ayunar o hacer alguna mortificación en honor suyo. No pudiendo Santa Juliana de Falconeri recibir el sagrado Viático por los continuos vómitos que padecía, pidió la llevasen a lo menos ante en Santísimo Sacramento. Al hacerlo así, desaparece al momento la Hostia Consagrada, metiéndose en el corazón de la santa. Recompensando Dios con esta acción, los muchos ayunos que Juliana guardaba en honor de María Santísima. 
Sólo este punto, ¡qué campo tan basto ofrece a los cristianos que aspiran de veras a la perfección!
¡En cuántas cosas podrían manifestar su afecto a María! ¡Qué preciosos actos de mortificación podrían hacer cada día! ¡Qué mérito no adquirirían por ejemplo, con alguna de las prácticas siguientes:

Callar cuando se les dice una palabra injuriosa.
Ceder fácilmente al parecer ajeno, sin discutir.
Privarse del gusto que naturalmente se tiene diciendo o escuchando cosas inútiles, y lo que sería mucho peor, murmurando.
Sufrir con paciencia la lentitud, poca destreza y memoria de los que nos sirven. 
Lejos de alabarse, confundirse de verse alabado de otros.
Escoger disimuladamente en la mesa, el bocado que menos guste.
Sufrir con paciencia las picaduras y molestias de los insectos, mirándolos como instrumentos de la justicia divina.
Otros cristianos más ingeniosos se ingenian mortificando el gusto absteniéndolo de alguna fruta, dulce o bocado exquisito; ora besan la tierra, ora están un breve rato con los brazos en cruz o en otra postura incómoda; ora practican varias mortificaciones que el amor de Jesús crucificado y los dolores de María Santísima inspiran a las almas fervorosas, aunque siempre con la aprobación de un prudente director.