jueves, 25 de junio de 2015

Honrar a Dios con la oración

La oración constituye la principal obligación del cristiano y es parte esencial del primer mandamiento de la ley de Dios. Veamos este fragmento del libro Los diez mandamientos de Monseñor Dr. Tihamer Toth.

"HONRARÁS AL SEÑOR DIOS TUYO"
Muchas veces se discute en sociedad qué lengua es la más hermosa del mundo. Unos conceden la primacía al francés; otros colocan el italiano en primer puesto; los de más allá--los que conocen el castellano--se entusiasman por este idioma.
¿Sabéis lo que opino yo? Que todas las lenguas son hermosas cuando se ora con ellas. Por muy sencilla que sea una lengua, por muy primitiva y tosca que sea, la envuelve una misteriosa belleza sobrenatural en cuanto el hombre se sirve de sus palabras humildes para levantarse al trono de Dios lleno de majestad. Cualqueir lengua es hermosa cuando la madre balbucea palabras ara entretener o mimar al niño que está jugueteando. Cualquier lengua es hermosa cuando los novios expresan con ella los sentimientos ardorosos de su corazón. Y cualquier lengua es la más hermosa cuando aprovechamos el habla humana, este inapreciable tesoro otorgado por Dios al hombre, para explayarnos delante del Padre celestial y expresarle los sentimientos de nuestra alma; es decir; cuando rezamos.


"¡Cuando rezamos!"... La oración es el trabajo más sublime que puede hacer el humano espíritu.

Reflexiones sobre el aborto




"Todavía era yo un embrión informe, y ya me distinguían tus ojos; todos los mortales están escritos en tu libro; irán y vendrán días, y ninguno dejará de ser escrito" (Salmo 139, 16)


Repetidas veces, desde hace ya muchas décadas, se escucha en todos los círculos, en todos los niveles y entre todo tipo de personas, que el aborto es o pudiera llegar a ser aceptable en diferentes casos, por distintas razones. A fuerza de escuharlo, pareciera que inclusive quienes jamás lo practicarían están dispuestos a respetar la opinión contraria, pues "se trata de una decisión sumamente personal".
¿Realmente es así? Si atendemos al sentido común nos daremos cuenta de que no lo es. ¿Cómo proclamar el derecho a elegir, si se niega el derecho a vivir?
En primer lugar, no es una decisión personal porque la madre no está disponiendo sólo de su cuerpo, sino del ser que lleva dentro, quien es un ser humano distinto de ella. La "decisión personal" afecta a un tercero.
En segundo lugar, se está disponiendo de la vida de un ser humano en formación, completamente indefenso. Se trata de una de las más crueles y abominables injusticias que puedan existir y como sociedad, permitir una injusticia tal nos convierte en cómplices. 
¿Qué justicia se puede exigir para los secuestrados, para los asaltados, para los pobres, para los animales, para las plantas y el ambiente, si se acepta que una madre mate a su propio hijo? Después de eso, ya podemos esperarnos lo que sea. Es la instauración de la injusticia y el crimen como régimen social.
Dicho esto, está por demás discutir sobre los argumentos de cuándo sí, cuándo no abortar. Es algo inadmisible y a todas luces deplorable. Sólo una sociedad enferma de muerte puede considerar el aborto como algo permisible, legal, e incluso benéfico. 
Sin más, abarcaré ahora la parte espiritual. ¿Acaso hemos olvidado que hay un Dios que nos mira desde lo Alto? Él nos creó por amor para compartir su gloria con quien libremente decidiera amarlo. Cada ser tiene un destino supremo, no sólo en esta vida sino también en la eternidad. Por eso no vale decir "aborté a mi hijo en un gesto de amor, para librarlo de los males de esta vida". Al ahorrar los males de esta vida se cancela la posibilidad de alcanzar la dicha eterna a la que todos podemos y debemos aspirar. 
Todos los argumentos científicos y racionales en contra del aborto son correctos y está bien esgrimirlos para defender el derecho a la vida, pero no debemos olvidar que también tenemos "derecho a la vida eterna", el cual se pagó a un precio grandísimo con la preciosísima sangre de nuestro Divino Redentor. Tenemos un alma qué salvar y parece que nos esforzamos en condenarla. Yo no sé hasta qué punto se podria culpar de este crimen tan sólo a sus promotores y a los que lo practican de hecho. Ya son muchas las madres que ni siquiera se someten a procedimientos abortivos por las llamadas "causas justas" sino por libertinaje puro y simple. Cada vez abortistas y no abortistas nos mostramos más indolentes ante este crimen horrible. 
¡Por el amor de Cristo! Hay un ser vivo inocente que está siendo asesinado en este momento y nadie hace nada por él, por ella, por ellos. O al menos, no se hace lo suficiente.
Son loables los esfuerzos de quienes crean movimientos y resistencia de la sociedad civil contra las leyes abortistas, pero bien sabemos que muchas veces la democracia tirana a la que estamos sometidos no respeta las opiniones de la mayoría, y que muchos de los encumbrados no hagan caso ni siquiera de su conciencia, si es que la tienen. Por lo mismo, quizá ya sean pocas las opciones que nos queden a ese respecto, pero no por eso nos vamos a cruzar de brazos. La lucha es, ante todo, una lucha espiritual entre el bien y el mal. Empecemos por nosotros mismos y nuestras familias. Volvamos nuestros ojos al cielo. Pidamos la intercesión de Nuestra Madre, la Santísima Virgen María. Busquemos vivir las virtudes y eduquemos a nuestros hijos en las mismas. Seamos ejemplo de castidad, fidelidad y caridad. Demos buen consejo a quien lo necesite y seamos claros, no tengamos respetos humanos y defendamos lo que debe ser defendido. 

Imágen toada de priestsforlife.org


¡Tú!, madre, padre, doctor, enfermera, legislador, activista pro aborto, no renuncies a tu derecho a la vida eterna y no prives de él a terceros, recuerda de dónde vienes, también tú estuviste en el vientre de una mujer que tuvo tu vida en sus manos. Aún ahora, tu Creador sostiene tu vida por pura misericordia divina. El mismo Dios que te pensó a ti desde toda la Eternidad, es el Dios que pensó desde la Eternidad a la criatura indefensa que buscas eliminar, tiene un plan para él o ella y lo ama; no te pertenece a ti, le pertenece a Él. 
Busca en tu interior, busca la Verdad más allá de las opiniones y las ideologías. Abortar por evadir sufrimiento o por prolongar un placer es absurdo, pues tanto el deleite como el dolor han de tener fin, mas el castigo por el crimen será eterno. 
Católicos del orbe, no olvidemos las armas más poderosas que tenemos: la oración, la penitencia y la intercesión de la Virgen Santísima. No todos podemos ser activistas o participar en mitines, pero todos tenemos un Rosario en casa y podemos hacer pequeños sacrificios por la salvación de las almas. Hagamos oración, edifiquemos con el ejemplo, defendamos la vida y la verdad con nuestra vida. 


miércoles, 24 de junio de 2015

Favor de la Santísima Virgen a un pecador



Refiere el venerable Juan Herolt, que se llamaba por humildad el Discípulo, 
que había un casado en desgracia de Dios. No pudiendo su esposa hacerle desistir del pecado, le suplicó que al menos, en aquel miserable estado, tuviera para con la Madre de Dios la atención de que siempre que pasara ante alguna imagen suya la saludara con el Ave María. Y el marido comenzó esa devoción.
Yendo una noche aquel malvado a pecar, vio una luz; se fijó y advirtió que 
era una lámpara que ardía ante una devota imagen de María con el Niño Jesús en los brazos. Rezó su Ave María como de costumbre, pero después ¿qué es lo que vio? Vio al Niño cubierto de llagas que manaban fresca sangre. Entonces, a la vez aterrado y enternecido, pensando que él con sus delitos había llagado así a su Redentor, rompió a llorar. Y observó que el Niño le volvía la espalda, por lo que, lleno de confusión, recurrió a la Virgen santísima, diciéndole: “Madre de 
misericordia, tu Hijo me rechaza; yo no puedo encontrar abogada más piadosa y poderosa que tú que eres mi Madre; Reina mía, ayúdame y ruégale por mí”. La Madre de Dios le respondió desde la imagen: “Vosotros, pecadores, me llamáis madre de misericordia, pero luego no dejáis de hacerme madre de miserias renovando la pasión de mi Hijo y mis dolores”.
Pero como María no es capaz de dejar desconsolado al que se postra a sus 
pies, se volvió a rogar a su Hijo que perdonase a aquel pecador. Jesús seguía 
reacio a perdonarle. Y la Virgen, dejando al Niño en la sede, se postró ante él 
diciendo: “Hijo mío, mírame a tus pies pidiendo perdón por este pecador”. Y 
entonces Jesús le dijo: “Madre, yo no te puedo negar nada. ¿Quieres que le 
perdone? Yo por tu amor le perdono; que se acerque y me bese estas llagas”. Se acercó el pecador llorando copiosamente, y conforme besaba las llagas del Niño éstas se iban cerrando. Por fin Jesús le dio un abrazo como muestra de perdón. El hombre cambió de vida, llevando en adelante una vida santa, devotísimo de la Virgen que le había obtenido gracia tan extraordinaria.

ORACIÓN PARA PARTICIPAR EN LOS MÉRITOS DE CRISTO

Bendigo, Virgen María, tu corazón generoso
que es la delicia y el descanso de Dios.
Yo, infeliz pecador, me llego a ti
con el corazón enfangado y llagado.
Madre piadosa, no me desprecies por esto,
sino muévete a mayor compasión para ayudarme.
No busques en mí, para auxiliarme,
ni virtud ni méritos.

Estoy perdido y sólo merezco el infierno.
Mira sólo, te lo pido, la confianza que pongo en ti
y la voluntad resuelta de enmendarme.
Mira lo que Jesús ha hecho y padecido por mí.
Te presento las penas de su vida,
el frío de Belén y el viaje a Egipto;
la pobreza, la sangre derramada,
los sudores y tristezas,
la muerte que ante ti soportó por amor mío;
por amor de Jesús empéñate en salvarme.

No puedo ni quiero temer, María,
que vayas a dejarme;
por eso a ti recurro en busca de socorro.
Si temiera, haría injuria a tu misericordia
que busca ayudar a los necesitados.
No niegues tu piedad, Señora,
a quien Jesús no ha negado su sangre.
Mas esos méritos no se me aplicarían
si tú no intercedes por mí ante Dios.
De ti espero mi eterna salvación.

No te pido ni honores ni riquezas;
te pido gracia de Dios y amor a tu Hijo;
cumplir su santa voluntad,
y el paraíso para amarlo eternamente.
¿Será posible que no me ayudes?
No, que ya me ayudas como espero;
rezas por mí, me otorgas lo que pido
y me aceptas bajo tu protección.
No me dejes, Madre mía;
sigue rezando por mí hasta que me veas
salvo a tus plantas en el cielo,
bendiciéndote y dándote gracias siempre. Amén.


Favor de María hacia el joven Eskil

Un noble joven llamado Eskil, fue mandado por su padre a estudiar a 
Hildeseim, ciudad de la Baja Sajonia; pero él se dio a una vida licenciosa y rota. 
Cayendo gravemente enfermo, a los pocos días estaba a las puertas de la muerte. 
Viéndose al cabo de la vida tuvo una visión: Se vio en un horno de fuego; creía estar en el infierno, pero impensadamente pudo salir de él y se encontró en un palacio; al entrar en un gran salón vio a la Santísima Virgen que le dijo: “¿Cómo has tenido valor para presentarte en mi presencia? Sal de aquí y vete al fuego del infierno que tienes bien merecido”. El joven imploró la misericordia de la Virgen, y vuelto a unas personas que se hallaban en el salón les rogó que unieran sus oraciones a las de él. 
Así lo hicieron, pero la Santísima Virgen les dijo: “¿Ignoráis la vida licenciosa que ha llevado sin haberse dignado siquiera rezar una Ave María?” Los abogados le dijeron: “Señora, ya cambiará de vida”. A lo que el joven añadió: “Prometo enmendarme de veras y seré tu fiel y leal servidor”. Mitigando entonces la Virgen su severidad, le contestó: “Está bien, acepto tu promesa, séme fiel, recibe mi bendición, para que te veas libre de morir en pecado y del infierno”. Dicho esto, desapareció la visión. 
Volviendo Eskil de su visión, refirió a los demás la gracia que de María había 
recibido. Desde entonces comenzó a llevar una vida santa, alimentando siempre en su corazón un grande y tierno amor a María. Más tarde fue nombrado arzobispo de Luna, en Dinamarca, donde convirtió a muchos infieles. Ya mayor, renunció a la mitra y se hizo monje de Claraval donde vivió cuatro años más, al cabo de los cuales murió con la muerte de los justos. Algunos autores lo cuentan entre los santos del Cister.

ORACIÓN CONFIADA PARA PEDIR LA PROPIA CONVERSIÓN

¡Santa y celestial niña!
Tú que eres la elegida por Madre de mi Redentor
y la augusta medianera de los pobres pecadores,
ten piedad de mí.
Mira postrado a tus pies a otro ingrato,
que a ti recurre en demanda de piedad. 
Verdad es que por mis ingratitudes
contra Dios y contra ti,
merecía ser de Dios y de ti desamparado;
pero oigo decir y así lo siento,
sabiendo que es inmensa tu misericordia,
que no te niegas a ayudar
al que a ti se encomienda confiado.

Tú eres la criatura más excelsa del mundo,
pues sobre ti sólo está Dios,
y ante ti, son pequeños
los más encumbrados de los cielos;
María, la más santa entre los santos,
abismo de gracias y llena de gracia,
socorre a un miserable
que la ha perdido por su culpa.

Yo sé que eres tan amada de Dios,
que él nada te puede negar.
Y sé también que disfrutas
empleando toda tu grandeza
en aliviar a miserables pecadores.

Hazme ver, Señora,
el gran poder que tienes ante Dios
consiguiéndome una luz
y una llama divina tan potente,
que me transforme de pecador en santo,
y que, arrancándome de todo afecto terreno,
me inflame del todo en el divino amor.
Señora, hazlo, por amor de ese Dios
que te ha hecho tan grande,
tan poderosa y tan piadosa.

Así lo espero, así sea.